Hola a todos
Resulta que yo tenía una bici de acero con la que a veces iba a la universidad, allá por los tiempos de Curro y Cobi (el bueno, el de las olimpiadas, no el de ahora). No sé cómo lo hizo pero mi Rocky Mountain del Carrefour (creo que ya no había Pryca) me siguió pacientemente por la vida y acabó sigilosamente emboscada, camuflando sus 20 kg en mi trastero.
Un buen día, de vuelta en mi hipermercado de referencia, vi una oferta de esas irresistible. Una Indur de 29 rebajada de 400 euros a 260, y si entregabas algo con pedales te bajaban 60 más. Pensé que si se llamaba como Indurain la bici tendría que ser la pera y desde luego para mí lo fue en su momento. Comparada con mi nula trayectoria ciclista previa era ciencia ficción. Recuerdo que el vendedor me decía que había que purgar los frenos a los 1000 km y yo pensaba que eso no sería posible en una vida humana... Y que para que complican las cosas con hidraúlicas ni nada .. que disparate.
Bueno, empecé a acompañar a mis hijas con su bici de Mickey Mouse 20, hasta que un día descubrí un intrigante camino que salía de mi pueblo y que al parecer era la senda de un nutrido movimiento religioso-migratorio. Lo malo es que empezaba cuesta arriba y me costó algunos intentos coronario aunque fuera andando. Una vez lo hice una pendiente descendiente me teletransportó a eso que la gente llama el campo y llegué hasta una granja de cerdos,dónde me di la vuelta temeroso de unos perros de mala apariencia que vi a lo lejos y también, reconozco, de no ser capaz de subir la cuesta que acababa de bajar. Volví a casa y comprobé en Maps que había hecho...12 kilómetros! En ese momento ya empecé a sentir mis piernas más definidas que antes y me dije que posiblemente la genética me hubiese predestinado para el ciclismo.
Han pasado dos años o más y desde entonces he ido marcando un hormiguero de rutas en el mapa alrededor de mi residencia, explorando según me daba el tiempo o el físico, a veces siguiendo a otros y siempre siempre muy despacio. Mi progreso ha sido tal que hace poco he logrado llegar a donde desayunan los ciclistas buenosy bien equipados los domingos , dónde me siento como los nerds de las pelis americanas de fraternidades universitarias pero por lo menos puedo dejar la bici con tranquilidad, sabiendo que un ladrón nunca se llevaría de allí precisamente la mía .
Bueno, el salir dos veces a la semana se ha convertido en un hobby (no sé si llega a deporte), desconecto saliendo al campo y recorriendo un sendero sin edificios ni coches , como si fuera algo de meditación pedalera. Los tres últimos perros que me han salido ya no me alcanzan, he adelantado a alguna familia con niños y aunque mi Indurain está dando señales inequívocas de querer morirse (ni ella ni yo habíamos pensado en tanto meneo, la verdad) yo estoy dispuesto a superar su viudedad y de hecho cuando no me ve voy por tiendas de ciclismo a ver si se la pego con otra más joven y con más ganas de marcha.
Y con eso llego al momento presente, a ver si nos vemos por los caminos
Resulta que yo tenía una bici de acero con la que a veces iba a la universidad, allá por los tiempos de Curro y Cobi (el bueno, el de las olimpiadas, no el de ahora). No sé cómo lo hizo pero mi Rocky Mountain del Carrefour (creo que ya no había Pryca) me siguió pacientemente por la vida y acabó sigilosamente emboscada, camuflando sus 20 kg en mi trastero.
Un buen día, de vuelta en mi hipermercado de referencia, vi una oferta de esas irresistible. Una Indur de 29 rebajada de 400 euros a 260, y si entregabas algo con pedales te bajaban 60 más. Pensé que si se llamaba como Indurain la bici tendría que ser la pera y desde luego para mí lo fue en su momento. Comparada con mi nula trayectoria ciclista previa era ciencia ficción. Recuerdo que el vendedor me decía que había que purgar los frenos a los 1000 km y yo pensaba que eso no sería posible en una vida humana... Y que para que complican las cosas con hidraúlicas ni nada .. que disparate.
Bueno, empecé a acompañar a mis hijas con su bici de Mickey Mouse 20, hasta que un día descubrí un intrigante camino que salía de mi pueblo y que al parecer era la senda de un nutrido movimiento religioso-migratorio. Lo malo es que empezaba cuesta arriba y me costó algunos intentos coronario aunque fuera andando. Una vez lo hice una pendiente descendiente me teletransportó a eso que la gente llama el campo y llegué hasta una granja de cerdos,dónde me di la vuelta temeroso de unos perros de mala apariencia que vi a lo lejos y también, reconozco, de no ser capaz de subir la cuesta que acababa de bajar. Volví a casa y comprobé en Maps que había hecho...12 kilómetros! En ese momento ya empecé a sentir mis piernas más definidas que antes y me dije que posiblemente la genética me hubiese predestinado para el ciclismo.
Han pasado dos años o más y desde entonces he ido marcando un hormiguero de rutas en el mapa alrededor de mi residencia, explorando según me daba el tiempo o el físico, a veces siguiendo a otros y siempre siempre muy despacio. Mi progreso ha sido tal que hace poco he logrado llegar a donde desayunan los ciclistas buenosy bien equipados los domingos , dónde me siento como los nerds de las pelis americanas de fraternidades universitarias pero por lo menos puedo dejar la bici con tranquilidad, sabiendo que un ladrón nunca se llevaría de allí precisamente la mía .
Bueno, el salir dos veces a la semana se ha convertido en un hobby (no sé si llega a deporte), desconecto saliendo al campo y recorriendo un sendero sin edificios ni coches , como si fuera algo de meditación pedalera. Los tres últimos perros que me han salido ya no me alcanzan, he adelantado a alguna familia con niños y aunque mi Indurain está dando señales inequívocas de querer morirse (ni ella ni yo habíamos pensado en tanto meneo, la verdad) yo estoy dispuesto a superar su viudedad y de hecho cuando no me ve voy por tiendas de ciclismo a ver si se la pego con otra más joven y con más ganas de marcha.
Y con eso llego al momento presente, a ver si nos vemos por los caminos