También hay charcos traicioneros donde es mejor pasar por el centro, pues el terreno en el fondo es firme y duro. En cambio, flanquearlo por los laterales puede suponer meterse en un blandón que sales fino de barro. Mojarse los pies o salir con barro para hacer una docena de botijos, esa es la cuestión!
En los caminos de por aquí los laterales suelen corresponder a las roderas de los tractores, que pueden ser bastante profundas. El caso es que no se ve donde empiezan las roderas, ni si en el centro hay barro blando que te deja clavado o te escupe hacia los lados. Si uno no conoce el camino de antes, lo mejor es rodear el charco. Eso o concienciarse de que puedes acabar en medio metro de agua enlodada.
Hablando de rodear charcos: una vez, tratando de esquivar una bañera en un tramo de pista rápida, me arrimé tanto a los arbustos que la rodeaban que se me torció el manillar y acabé pegándome tal chapuzón que el ruido hizo que el compañero que iba 30 metros más adelante frenase en seco y así pudo contemplarme a gatas en el agua, asomando solo el torso y la cabeza.
Y aquí va una de mis salvadas: hace unos años, viendo vídeos de técnica de conducción, me quedé con un truco para dar curvas rápidas que consiste en girar la pelvis hacia el lado que queremos ir. Funciona de maravilla, hasta el punto que uno tiene que tener cuidado con no salirse por el
interior de la curva. Pues bien, tras una temporada, cuando ya tenía asimilada la técnica, llegando rápido a la salida de una pista, en bajada hacia una carretera, viendo que no venía nadie no me molesté en frenar e hice el truquito. En ese punto la pista está un poco rota y tiene mucha grava. El resultado fue que la bici giró de maravilla... pero sin cambiar de trayectoria: se puso a derrapar de lado con las dos ruedas. Por suerte la rueda de delante dejó de derrapar al mismo tiempo que la de atrás y no me fui al suelo. El costalazo hubiese sido guapo. Desde entonces solo uso esa técnica de giro en situaciones de emergencia y de mala gana.