Aquí se han dicho y repetido muchas cosas con las que estoy de acuerdo, aunque lo que yo haría sería diferente...
En una situación como esa, ya desde el momento en que ves que vas a atropellar al perro, te da un subidón de adrenalina bestial. Después viene la caída, que añade más. Y a continuación aparece el sujeto en ese plan... En circunstancias menos estresantes he visto a tíos que no se enteraban de que tenían una pierna rota. Así que a no ser que estés totalmente seguro de que no te ha pasado nada, no te montes en la bici. Aunque en el momento te parezca que no tienes nada de importancia, esperas un par de minutos, sentado o tumbado, respirando lo más profundo y despacio que puedas, buscando puntos donde tengas dolor, moviéndote con cuidado sin levantarte. En caso de que sospeches que te has podido hacer algo que requiera más que agua y betadine, llama a una ambulancia. Si has tenido un golpe fuerte en la cabeza o has hecho el látigo con el cuello, espera aún más tiempo y a la menor sensación rara llamas a una ambulancia. Es normal sentirse mareado por el estrés, sobre todo si hiperventilas (por eso lo de respirar lento y profundo) pero, ante la duda, debes asumir que es causa del golpe.
En ese momento tu estado de salud es lo más importante y debes ignorar a cualquiera que interfiera en tu proceso de chequeo. Si el cani se pone pesado, le informas (con una expresión neutra, sin que suene a amenaza) de que te sientes mal y estás pensando en llamar a una ambulancia. Si sabe lo que le conviene, dejará de molestarte, tanto porque vea que tú no estás por la labor de discutir como porque seguramente sabe que detrás (o delante) de la ambulancia vendrá la policía.
Insisto en que esa situación debes tener claro que lo principal es tu salud y "hacer justicia" es, en comparación, irrelevante.
En cuanto a lo que propone el bueno de Palienza, yo no lo haría. Hay gente de todo tipo en el mundo, hay que asumirlo, igual que asumimos tantas otras cosas que nos desagradan. Una cosa recomendable para que estos episodios no te amarguen la vida es recordar de forma intencionada y repetida buenas experiencias en situaciones similares. He tenido varios encontronazos con perros y con sus dueños pero cada vez que pienso en ello lo que me viene a la cabeza fue una vez que atropellé a uno y otra vez que me llevé una dentellada. En ambos casos los propietarios actuaron de forma impecable, asumiendo la responsabilidad completa desde el primer momento e interesándose por mi estado. Osea, justo lo contrario que tu caso. Algo parecido me pasa con los funcionarios: necesito esforzarme para recordar las malas experiencias pero enseguida me acuerdo de los que me han causado una excelente impresión. Y, ¿sabes qué? al final uno llega a la conclusión de que estos últimos abundan mucho más de lo que la gente reconoce 🙂
(Vaya tocho! Si alguien prefiere leerlo en papel, que hable conmigo y se lo envío encuadernado)