Lo siento por el rollo que viene.
Me gusta este hilo, al final todos pensamos en los mismos temas. Estoy de acuerdo en muchas cosas con mucho de lo que se ha dicho.
Yo saludo mucho. Lógicamente hay sitios que ni por asomo, el Anillo Verde en Madrid, por ejemplo. He visto que hay una regla de saludar inversamente proporcional a la distancia a la capital. A 10 o 20 kms no te miran, a más ya empiezan a saludar. Es verdad que hay gente que saluda menos, algunas chicas solas deben de temer por su virtud, también es verdad que no me saludan fuera de la bici, aunque otras saludan con alegría, los eléctricos también van aparte, y los que se creen machacas, que no quieren gastar saliva. Otros te miran fijamente sin contestar. Las parejas y familias, da gusto. Los senderistas son los que más responden, supongo que agradecidos de que no les agobies con la bici, incluso te piden perdón por estar en medio, cuando el camino es de todos.
Como saludo primero, no sé si saludarían de por sí o no, pero no les doy ocasión. Y los que no devuelven el saludo, pues después de mi ‘hola’, digo ‘adiós’, para consolarme de haber hablado en vacío y quedarme con cara de tonto. Luego ya empiezo simplemente a saludar con la cabeza, cuando ya me pasa un rato así.
Pero es verdad que últimamente la cosa ha ido a mucho peor, creo que es un signo de los tiempos con los nuevos ciclistas y también algunos eléctricos. Es una pena que se pierdan estos detalles, ya sé que no vamos a ser amigos ni quedar para unas cañas, pero un poco de educación y cortesía se agradece. Eso sí, en los sitios perdidos de dios no fallamos nadie. Y alargar un poco la charla siempre se agradece.
Estaba yo pensando en estas cosas este domingo, cuando de estos nuevos me aparece uno con tubeless pinchado, venía rodando, pidiendo una bomba, insistiendo que era válvula fina, que era su cuarta salida y no llevaba ninguna herramienta, y le tuve que explicar que consiguiese también un adaptador, para las gasolineras, y luego para otro a ayudar que se entera ahí que existen ruedas sin cámara. Estuvo simpático.
Creo que es como reconocernos como parte de esa antigua estirpe, quizás no venerable, de seres excepcionales, que somos capaces de madrugar en fin de semana para sufrir como imbéciles, en lugar de ir al centro comercial o quedarnos en el sofá, que mira que hay que ser atontao, y que lo disfrutamos recordándolo toda la semana con una sonrisilla callada, que en el trabajo no te entenderían. Que así nos reconocemos, que nos apoyamos. Y también, claro, que no sabes a quién vas a tener que pedirle un favor de una dirección o una ayuda, que quedará feo si al primer cruce has pasado mirando para arriba.